lunes, diciembre 17, 2007

El regreso

Mastico el cigarrillo con alguna idea. Encuentro pocas respuestas para borrarlo de mi vida y si no resuelvo algo pronto, temo su presencia me consuma, como el humo que se escapa ante mi vida inconclusa.

Pensaba que ya no iba a verlo nunca más, que ya no iba a tener que sentir su aliento crudo, violento, verde. Imaginaba -alucinaba- un momento de paz en mi vida, un porvenir tranquilo, suave, calmo, como todo lo que pasé esta semana, sentado en la hamaca mirando la playa, las olas romper sin ningún reparo contra la arena del fondo. Rodeado de médanos sin fin, un viento tenue, cálido, que resopla sin que se sienta demasiado. El calor del verano en la playa, seco y pegajoso a la vez. Mi casa un poco abandonada, con lo justo y necesario, cumple la función: el refugio. La soledad me rodea en mi hamaca de tela marfil, gruesa para mi gusto, pero cómoda al fin.

Me prometía a mí mismo mentiras que no podría cumplir pero no importaba, porque él ya no estaba y podía darme el lujo de soñar despierto, o dormido, o pensar en nada, en nada más. No habría en mis espaldas un peso mayor al de mis huesos, no tendría una sombra constante, pesada, difícil de mantener en pie. Creía que podría caminar en la arena y dejar sólo dos huellas en lugar de cuatro, dejar un suspiro en lugar de dos, pensar sólo simple en mí.

Me equivoqué: Juan Cruz llegó y me pidió disculpas por todo, me abrazó como los amigos que éramos hace mucho y ahí cayeron, rotos, añicos, los vidrios de mis ilusiones. No importaba si yo lo perdonaba o no, no importaba para nada. No importaba si yo lo odiaba con toda mi humanidad completa entera llena hasta el hartazgo, no importaba siquiera, en la galería de mi casa, en el living de mi vida, no importaba siquiera Yo.

Juan Cruz había regresado y ahora, dos días después -todavía- no hemos hablado demasiado.

Un mes atrás, luego de pasear por las playas uruguayas ida y vuelta, él, como siempre me convenció. Yo, como siempre, nunca dije no. Sí, dije que no, pero lo dije con la mirada, con el cuerpo, lo dije con la conciencia exprimida, con la ética que conservo, la moral que llevo en el fondo del fondo, lo dije con el esófago y con el corazón, recuerdo haber escuchado algún riñón por ahí decirme también que no. Grité que no a los cuatro vientos de mi inteligencia, pero le serví el sí en bandeja al callar y no decir más que silencio, ese espacio a la duda que siempre dejo por no decir lo que debo y cuando lo intento ya no, ya es hoy, ya es un mes después de esa pareja de turistas que matamos y es tarde.

Viajábamos así, con lo puesto y algunas cosas, caminábamos y a los micros cuando se podía, cuando había plata de alguna venta de collarcitos y pulseras, de anillos con alambre y piedritas de arena, cuando vendíamos mas marihuana de la que fumábamos, cuando éramos buenos comerciantes. Conocimos a algunos y a otros, charlamos con aquellos, matamos a esos, peleamos así, corrí para allá y me escapé. Y acá, acá estoy, con éste tarado a mi lado que no puede hacer nada por su cuenta y que necesita de otro tarado para plasmar sus geniales ideas y pelotudas. Después de tanto correr y de pensar acá lo tengo, cosido a mi espalda como hace un mes, como hace 10 años cuando éramos dos pequeños insignificantes, como siempre desde que tengo memoria.

Todavía no entiendo cómo me encontró. Su presencia jamás me incomodó tanto sino hasta hoy, un día después de su regreso. Lo veo ahí sentado en la costa, mojándose los pies de su cuerpazo enorme y torpe, corriendo las olas más difíciles como si fuera un chico, tomándose lo poco que dejé del vodka de anoche, cuando todavía conservaba algo parecido a la libertad. Lo veo empinar la botella transparente atravesada por el rayo de luz que, además, parece iluminarlo como a un santo, como a un intocable de la vida: un hombre que pasó por tanto, un chico que nunca creció, que jamás entendió de que se trataba todo.

Intento esquivar a Juan Cruz, borrar su presencia, ignorar sus preguntas, hacerlo desaparecer aunque esté ahí y yo no quiera aceptarlo. Trato de volver a generar ese clima de tranquilidad pero su silueta me da escalofríos en la espalda. El estar ahí es tan subjetivo: está lejos, en la playa y sin embargo lo siento cerca, como si me escuchara haciendo de cuenta que me ignora corriendo entre las olas. Su estadía es una nube negra al acecho en un día de verano húmedo.

Caminábamos sin parar hasta que las ampollas y el sol nos consumían y ahí sentábamos campamento como dos Boy Scouts, tomábamos sol tipo roca, lagartos inmóviles, casi negros y contentos de estar haciendo nada, improvisando por la vida como actores desencontrados en un papel que los ha superado. Y eso que yo me prometía dejarlo pero al final era buenazo, al final hablaba mucho pero eran pocas las cagadas aunque graves y entonces uno se consuela cuando no hay mas camino por recorrer que el que está atrás y hasta a veces uno se lo inventa para no aceptar que adelante hay un barranco, una caída libre hacia el vacío, una camino de ida.

Las playas de Uruguay que frecuentábamos día a día eran solo postales: paisajes paradisíacos, piedras, olas y mar azul, celeste, casi tibio. Cuando entrábamos para disfrutar de la vida, intentando llevar ese paraíso abstracto hasta alguna sensación todo se derrumbaba: había piedras en el fondo y muchas algas que flotaban con la corriente, aguas vivas que nos corrían por la fuerza, rocas negras grandes moldeadas por el agua y peligrosas en la rompiente, posos sin fondo que se abrían en lo hondo, falsos caracoles, falsas playas: fachada. Todo era lo que no parecía, nosotros también: parecíamos.

Es muy difícil parecerse a lo que uno debe ser.

Se me acerca pesado, trabado con la arena al caminar, hundido en el planeta algunos centímetros. Hundido hasta el punto de no saber, de no, de no nada. Y yo mirándolo, escuchándolo lo poco que se lo puede escuchar a un infeliz. Claro que yo lo conozco y sé como llevarlo, sé que hay que decirle siempre que sí, que sí, sí sí sí sí, hasta que el sí es lo único que sale decir y luego, al instante, es demasiado tarde para esbozar un no rotundo, un final para alguna cosa que se pasó para el otro lado.

Me gustaría poder volver a ser Yo.

Se me acerca el pavote y me dice casi como sabiendo lo que pienso, anticipándose, leyendo mis ideas, mi mirada, mis palabras que no digo, me dice entonces no te enojes, cómo iba yo a saber.

Lo miro despacio desde sus pies hundidos tratando de salir hasta su cintura pequeña, lo subo por su torso marcado y duro, temible, sus brazos fuertes, el cuerpo de la cintura para arriba moldeado por un dios benevolente, casi un titán. Lo miro a los ojos sanos que engañan tanto como el sabe y su voz, modulada y no tan gruesa, con el tono exacto y calculado que debe tener una voz que habla de lo que me está hablando. Yo callo y no niego ni asiento, lo miro, me levanto y camino a sentarme a la orilla: la playa. Camino a mojarme la cabeza y los brazos, a pasar sal por mi cuerpo pequeño, por mi pelo seco lleno de arena, cansado y molesto, callado, me siento y prendo un cigarrillo mientras pienso, tranquilo, la manera mas fácil de matarlo.

F.L.B. (22/11/07)

10 comentarios:

manulandia dijo...

Mirando ese mar no creo que tengas ganas de matarlo...

Un enamorado más de las playas uruguayas...

bienvenido al club...

Bartolo dijo...

que problema cuando hay q matar alguien que está adentro nuestro, ¿como se hace? No se si a eso se refiere el texto, pero por momentos se me hace que juan cruz y el otro son la misma persona. me gustaría saber porqué matan esos locos de mierda. esta muy bueno el texto. un saludo

Francisco Lanús Büll dijo...

Me encantó tu análisis Bartolo. por momentos mientras escribía me pareció que esa podía ser una de las lecturas y me gustó. Me hizo acordar a "El club de la pelea" no se si la viste? Finalmente me incliné por la idea de que Juan Cruz sí exísta físicamente...en realidad no se si álguna vez hubo alguna intención sobre algo mientras lo escribía..jaja...todo tan subjetivo...Pero ya te digo, me gustó mucho esa lectura...tenés buen ojo.

Manuuuu!!!!: Imposible que no gusten las playas uruguayas, las postales de cada paisaje que uno quiere llevarse chiquititas en el bolsillo de la memoria. Lamentablemente, si en nuestra memoria pudiéramos guardar todos los caminos que recorremos, todas las palabras que decimos, todos los paisajes que miramos, recordar duraría lo mismo que una vida, y no habría tiempo para vivirla. Creo que esto alguna vez lo dejó planteado Borges en "Funes el memorioso" pero me va a gustar creer que lo acabo de pensar...

manulandia dijo...

Alguien dijo y repito: mientras dure que sea eterno...

Había leído ese cuento... fuerte... muy ...

Anónimo dijo...

"Me gustaría poder volver a ser Yo."

Ahí tenés un muy buen relato corto para ofrecer en Manulandia, Fran.

Ahí hay una buena confesión, no digo del autor del cuento, que tal vez sí, tal vez no, pero al menos sí de quien esto suscribe, aquí y ahora.

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Absoluta y completamente al margen de lo anterior:

Matar... matarse... por qué será que tantos asesinos múltiples se terminan suicidando después de la matanza? Será que no hay, al fin y al cabo, tanta distancia entre una cosa y otra?

manulandia dijo...

"Me gustaría poder volver a ser Yo."

Muy bueno... pero cómo saber quién era yo?... la que soy ahora no es yo?

Germán A. Serain dijo...

Querida Manu, sucede que es como decía el filósofo: "En el momento mismo de decir que todo cambia, yo mismo he cambiado".

Algo así como aquello de que no es posible bañarse dos veces en las aguas del mismo río. Puesto que el río no es jamás el mismo.

So, la que sos ahora es una Manu diferente de la que escribió la pregunta a la cual yo ahora respondo, y así toooodo el tiempo.

(Así somos: yo charlo con Fran en tu blog, con vos charlo en el de Fran...)

Francisco Lanús Büll dijo...

Bueno, yo había escrito ayer un comment muuuy largo pero me acabo de dar cuenta que no se posteó. Me ha pasado un par de veces escribir mails largos y que luego se me borren. Uno intenta, si tiene ganas, de reescribir todo como el anterior, palabra por palabra, y lamentablemente siempre falta algo. Y no importa lo que pase, el mail anterior siempre era mejor... asique bueno, para evitarme decepciones no intentaré reescribir nada, privándolos a ustedes de mis fabulosas ideas...ya sé, ya sé...no es justo...brindo por eso

Anónimo dijo...

"Te compré algo. Pero después me lo dejé olvidado en el colectivo. Eso sí, no te pienso decir qué era lo que te compré."

(O sea: más que injusto sos un turro, Fran.)

Francisco Lanús Büll dijo...

Recién leo...si, será que uno sabe lo que escribió y esta tranquilo. Bueno, quizás algún día se los diga...si no me olvido...FELIZ NAVIDAD PARA TODOS!!!!!
LES DESEO LO MEJOR!!!