martes, agosto 19, 2008

Pavadas mierda

Nada, nada de nada. Me doy vergüenza y me rio de mi mismo. Me detesto, no me entiendo, me contradigo y no encuentro soluciones, creo nuevos problemas, los rompo y los aparto libremente. Me muero. Me muero por dentro. Sin remedio. Sin final, sin ninguna respuesta posible, mas que la que me estoy dando en este momento, ahora, ya, en este momento. Ahora.

Mi cuerpo trafica con mi alma, la vende y revende, la regala, todos los días, una y otra vez, una y otra vez. Siempre.

Por dentro ya nada me responde, como si nada hubiese, como si nada importase demasiado ¿Vivo? ¿Qué es estar vivo? Vivito y coleando, vivito, ja, y coleando. Como si respirar fuese estar vivo, como si caminar lo fuese. Como si las viejas antinomias se hubiesen hecho presente una vez más. Como siempre, otra vez, otra vez, una más, como siempre. Siempre. La víbora, la manzana, el fruto prohibido. Vivito y coleando, ja, así me siento, vivito, ja, y coleando. Como si de verdad estuviese vivo.

Me muero por dentro. Sin remedio.

Escucho la plenitud golpeando en la puerta del vecino. Escucho a la esperanza y a la felicidad adornar el camino de los hombres, libres, soberanos -¿Vivos?

Escucho la poesía en el rasqueteo de una rama contra el soplo del viento, como si estuviese vivo. Como si no sintiese que me estoy muriendo, de a poco, de a ratitos cortos, que me muero les digo, que me matan.

Se los estoy diciendo ¿Qué es estar vivo? Acaso saber, acaso pensar, acaso sentir el pinchazo fino y profundo de una aguja, o el ocaso de todos los días pero siempre un poco diferente, un poco mas nuevo cada vez, acaso estar vivo es creer que creemos, acaso es hablar. Les digo que me muero, sin remedio, sin final.

Pero les digo que me muero porque me muero sin morirme, lentamente, despacito diría yo, tan despacito que ni se siente. Me muero cuando dejo de pensar y sólo repito, cuando dejo de escribir y sólo pienso, me muero cuando razono y no siento o cuando siento de manera irracional, me muero cuando escucho el rasqueteo de una rama contra el soplo del viento, cuando me dicen algo, cuando duermo y sueño mi fracaso. Me muero cuando continúo en pié ¿Vivo? No sé, pero continúo en pié, me muero cuando entiendo demasiado, cuando ya sé lo que viene, me muero les digo, me matan de a granitos de arena, me consumen, como al tiempo.

No sé, no sé, pero cada vez me gusta mas la oscuridad, de a ratos, de a poco, cada vez, siempre, la oscuridad. La noche, cuna de lo constante: atrapa la duda, el temblor, el gesto de la boca temerosa, el sabor de la muerte. La noche: maldita ausencia de la luz, bendita muerte sin sosiego, la noche, oscuridad interminable, campo abierto antojado de negro, niebla y rocío sin botas. Le sienta bien a la muerte: la noche.

La muerte es un concepto acompañado por un algo que se ve -o se deja de ver: el cuerpo. Mi muerte es otra cosa, es la pena indiscriminada, las contradicciones entre el riñón y el apéndice, entre el pulmón y la vejiga, el día y la noche. Mi muerte es el no saber, el no hacer, el no entender. Mi muerte es el crecer sin crecer, el nacer sin razón, el morir sin perdurar.

Mi muerte es mi nube llena de agua en una tarde sin techo, mi tormenta, mis miedos.

Mi muerte y yo, peleando hasta la muerte, luchando, sacándonos los ojos, boxeando desde el piso, día tras día, batalla tras batalla.

Yo pido que no me mate, que imploren y velen por el fracaso de mi muerte. Yo pido vivir un poco más, un tiempito más, aunque sea para no morirme del todo, para morirme menos o un poco más despacio. No sé.

Estoy muerto por dentro, me muero, sin final, sin remedio entre mis manos. Me muero, y si me muero, entonces no quiero vivir. Me matan les digo, me matan por dentro, sin remedio, sin final. Les digo que me matan.

F.L.B. (16/7/08)

Me acordaba

Anoche pensaba en la escalera de mi casa. Redonda, sin final. Pensaba en la baranda de mármol rajado atornillada a la pared. Sentía mi mano aferrarse a la baranda arrastrando tierra muy vieja que nunca llegó a limpiarse. Pensaba o me acordaba, no se, quizás acordarse también es inventar un poco, moldear la historia a gusto, recordarla como nos gustaría recordarla. A veces nos dicen o nos muestran la historia o el pasado como una constante, como algo que pasó, donde no podemos echar mano debiendo cumplir siempre el papel de un narrador discreto, pasivo, si es que se puede. La historia es otra cosa. La historia es dar otro plumazo, es escribirla mientras se recuerda. Es, pienso, un ida y vuelta, sí, ya lo creo. La historia es un mano a mano, una suerte de penales, y hay que ser bueno para ganarle a la historia.

Hay que interactuar con el recuerdo.

Me acordaba o me inventaba, ya no sé, una escalera redonda, creo que interminable a simple vista. Es casi obvio que la escalera en algún punto debe concluir. Digo: de nada sirve un medio que conecta dos puntos si nunca puede llegarse a alguno de los dos puntos que el medio conecta o dice conectar. Bueno, es discutible. La cosa es que parecía infinita, pero no. Cuando uno se paraba debajo, al pié del primer escalón y miraba hacia arriba, la vista jugaba malas pasadas. Las personas se perdían en la vista, en la imagen que la escalera ofrecía. De todas maneras bien sabían donde comenzaba y donde concluía cada uno de los escalones. Redonda dije, un escalón blanco casi gris con las vetas bien marcadas, otro igual, y así para arriba. Nunca los conté. Me pasó que empezaba desde abajo y a cada paso, a cada nuevo escalón le enchufaba un número, preferiblemente en orden para hacer más organizada la cosa. Me distraía. No me olvidaba, no sucedía tan rápido, simplemente desviaba la mirada, maravillado con las vetas o la baranda, o la mugre de mis manos, no sé, pero seguía contando, cual autómata mientras mi mente, bien disciplinada, continuaba ambas tareas. Me acordaba de las molduras en la base de la baranda, de la forma de cada una de ellas. El problema de la distracción es que uno se concentra demasiado. Me pasaba algo curioso: cuando me daba cuenta de que mi mente continuaba contando los escalones de manera correcta, instantáneamente, perdía la cuenta. El número se borraba de mi cabeza y afluían cinco o seis números parecidos, conmutables, anagramas de los anteriores. La labor me resultaba un desafío. Jamás pude vencer esa escalera. Bueno, no lo sé, quizás si recuerdo la historia bien, pueda vencerla la próxima vez. No importa demasiado.

La fría escalera de mármol, tan fría que en el invierno trataba de evitar la baranda, y bajaba lentamente haciendo equilibrio entre las curvas, las molduras y los escalones. No es tan fácil bajar una escalera redonda, resbaladiza, sin una baranda que muestre el camino exacto, el movimiento justo. La escalera de mi casa era fascista. Un monumento al autoritarismo. Era un descomunal monumento, frío, imponente, desconfiado. Ahora creo recordar el miedo que me infundía. Esa cosa de ser el único camino posible al primer piso, la única opción. Si uno quería subir, inevitablemente tenía que pasar por el mármol, blanco, gris, frío, descomunal. Pero uno se acostumbra y las cosas, con el tiempo, pierden el horror que en sus comienzos causaron. El tiempo pasa, y quizás alguna noche uno se acuerda y ahora sí, entiende tantas cosas.

F.L.B. (7/8/08)

lunes, agosto 18, 2008

Artículo

Esta nota fue publicada en la contratapa del diario Crítica de la Argentina el Viernes 15/8/08 por Martín Caparrós. Personalmente la recomiendo, es de lectura fácil y rápida -para los apurados.

viernes, agosto 01, 2008

Concurso

CONCURSO EDITORIAL HYLAS:
Invita a presentar textos inéditos – géneros: prosa y poesía - , tema libre. Entre las obras recibidas se realizará una selección para editar una antología de tipo cooperativo.
Al autor que figure primero en el proceso de selección se le otorgará la posibilidad de publicar una obra breve sin cargo.
Condiciones de presentación: Podrán enviar dos poesías máximo 28 líneas cada una y / o dos textos en prosa máximo 120 líneas en total.
La presentación de las obras se hará en hoja A4, tamaño de letra 12 a doble espacio en una sola cara del papel, los textos que no reúnan dichas condiciones serán eliminados.
Enviar datos personales completos.La inscripción es gratuita.El Concurso puede ser considerado desierto si el número o el nivel de las obras no responde a las necesidades de la edición.
Las decisiones de los organizadores serán inapelables.
Lugar de recepción de las obras por correo postal a: José León Cabezón 2652 Piso 1° Dpto. “6” Código Postal: 1419 Localidad: Ciudad Autónoma de Buenos Aires
FECHA CIERRE RECEPCIÓN: 21 de septiembre de 2008
Editorial Hylas
Grax!!!