Mi cuerpo trafica con mi alma, la vende y revende, la regala, todos los días, una y otra vez, una y otra vez. Siempre.
Por dentro ya nada me responde, como si nada hubiese, como si nada importase demasiado ¿Vivo? ¿Qué es estar vivo? Vivito y coleando, vivito, ja, y coleando. Como si respirar fuese estar vivo, como si caminar lo fuese. Como si las viejas antinomias se hubiesen hecho presente una vez más. Como siempre, otra vez, otra vez, una más, como siempre. Siempre. La víbora, la manzana, el fruto prohibido. Vivito y coleando, ja, así me siento, vivito, ja, y coleando. Como si de verdad estuviese vivo.
Me muero por dentro. Sin remedio.
Escucho la plenitud golpeando en la puerta del vecino. Escucho a la esperanza y a la felicidad adornar el camino de los hombres, libres, soberanos -¿Vivos?
Escucho la poesía en el rasqueteo de una rama contra el soplo del viento, como si estuviese vivo. Como si no sintiese que me estoy muriendo, de a poco, de a ratitos cortos, que me muero les digo, que me matan.
Se los estoy diciendo ¿Qué es estar vivo? Acaso saber, acaso pensar, acaso sentir el pinchazo fino y profundo de una aguja, o el ocaso de todos los días pero siempre un poco diferente, un poco mas nuevo cada vez, acaso estar vivo es creer que creemos, acaso es hablar. Les digo que me muero, sin remedio, sin final.
Pero les digo que me muero porque me muero sin morirme, lentamente, despacito diría yo, tan despacito que ni se siente. Me muero cuando dejo de pensar y sólo repito, cuando dejo de escribir y sólo pienso, me muero cuando razono y no siento o cuando siento de manera irracional, me muero cuando escucho el rasqueteo de una rama contra el soplo del viento, cuando me dicen algo, cuando duermo y sueño mi fracaso. Me muero cuando continúo en pié ¿Vivo? No sé, pero continúo en pié, me muero cuando entiendo demasiado, cuando ya sé lo que viene, me muero les digo, me matan de a granitos de arena, me consumen, como al tiempo.
No sé, no sé, pero cada vez me gusta mas la oscuridad, de a ratos, de a poco, cada vez, siempre, la oscuridad. La noche, cuna de lo constante: atrapa la duda, el temblor, el gesto de la boca temerosa, el sabor de la muerte. La noche: maldita ausencia de la luz, bendita muerte sin sosiego, la noche, oscuridad interminable, campo abierto antojado de negro, niebla y rocío sin botas. Le sienta bien a la muerte: la noche.
La muerte es un concepto acompañado por un algo que se ve -o se deja de ver: el cuerpo. Mi muerte es otra cosa, es la pena indiscriminada, las contradicciones entre el riñón y el apéndice, entre el pulmón y la vejiga, el día y la noche. Mi muerte es el no saber, el no hacer, el no entender. Mi muerte es el crecer sin crecer, el nacer sin razón, el morir sin perdurar.
Mi muerte es mi nube llena de agua en una tarde sin techo, mi tormenta, mis miedos.
Mi muerte y yo, peleando hasta la muerte, luchando, sacándonos los ojos, boxeando desde el piso, día tras día, batalla tras batalla.
Yo pido que no me mate, que imploren y velen por el fracaso de mi muerte. Yo pido vivir un poco más, un tiempito más, aunque sea para no morirme del todo, para morirme menos o un poco más despacio. No sé.
Estoy muerto por dentro, me muero, sin final, sin remedio entre mis manos. Me muero, y si me muero, entonces no quiero vivir. Me matan les digo, me matan por dentro, sin remedio, sin final. Les digo que me matan.
F.L.B. (16/7/08)