sábado, diciembre 13, 2008

Como si fuera cierto

Hay una persona en algún rincón de este cuarto que me busca. Siento un latir, un gemido, algún paso con dudas que se acerca, se aleja de mi, titubeante. Oscuridad y penumbras, sombras que se expanden hasta mis ojos en una negra inmensidad que llamamos noche. Escucho una cortina raspando su piel y me alejo lo más que puedo. Choco con la cama y no oculto mi dolor, subo, me acuesto y trato de mirar. Siento pasos acercarse, ahora, con escalofriante determinación. Una mano acaricia la cama y me corro aún más. Me paro y corro hacia otro lado, quizás, un poco mas seguro, menos expuesto. Me escondo en la esquina de la habitación, como si esas dos paredes que convergen en algún punto pudieran protegerme de algo. No veo nada pero escucho y por eso veo. Los sentidos tan despiertos: escucho, percibo, siento su olor, ese aroma extraño que su cuerpo emana sin quererlo.
Ella está ahí, casi sobre la cama, abalanzada sobre lo que era yo hace sólo unos segundos: un trapo asustado; la escucho desnuda, parece que mueve su mano y me llama. Quizá la imagino: “esas dos paredes no van a salvarte” y entonces entiendo que ella también me oye, me ve sin verme, me habla sin mover la puta boca. Ya sin consuelo, oculto mi vergüenza en la oscuridad del cuarto y me acerco hasta dónde creo que está ella.
Entre los dos ya no hay oscuridad, los matices cambian a un gris y blanco, por momentos amarillo. El cuerpo de las personas irradia una luz invisible, una luminosidad que se ve sólo cuando el mundo está completamente negro, es decir, en raras ocasiones. La veo acostarse iluminada, acompañada por el aura que la recubre y que le brota desde adentro. Resignado, camino desde mi rincón hasta el suyo, de la esquina hasta la cama que ahora me parece inmensa. Ya no hay vuelta atrás, no puedo escapar de sus sábanas tan seguras, no puedo escapar. Me acerco, lentamente. Me recibe con sus brazos y hacemos el amor.


F.L.B. 11/8/05

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