
Ella era del futuro pero volvió para quedarse en el presente envejecido, con su espontánea simpatía, su amistad perdida y su mente privilegiada. Lo dejó todo por esta vida, haciendo caso a su conciencia, a sus convicciones.
No puedo evitar recordar el momento en que la conocí: era tan del futuro, tan de otro planeta; me parecía inalcanzable, me resultaba fascinante. Ahora la veo muy como el resto, pasando desapercibida, a paso común, enfrentando y viviendo la vida que eligió, tan campante, corajuda y terriblemente alegre.
Y ahí va ella, levantando su pierna hasta alcanzar el pedal resquebrajado, intentando conservar el equilibrio, haciendo girar la corona y el piñón lo más rápido posible, con fuerza, para arrancar la bicicleta y cruzar así la avenida Córdoba. La veo perderse por alguna puerta avejentada, amurada sin convicción en una antigua fachada de la calle Armenia.
No me atrevo a saludarla, y mi colectivo sigue su rumbo.
F.L.B. 16/10/08
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