lunes, octubre 29, 2007

Dos corbatas (jaque mate)

Ninguna idea es eterna. Ninguna idea es, por siempre, invencible.


Juan Cruz está enardecido. No sólo enardecido, sino exaltado, confundido, fuera de sí. Completa y absolutamente fuera de sí. No es en vano por supuesto. Habitualmente mufa como un toro descarriado cuando no encuentra uno de sus zapatos. Lo que sucede hoy, de todas formas, es un poco diferente. Los zapatos están bien: atados y todo. El problema de hoy -el verdadero problema de hoy- es la corbata. La sucia, inmunda, desteñida corbata que tengo que buscar justo hoy que no me sonó el despertador, que llego tarde y que no se cuantas cosas mas le pasan a este pobre hombre, Juan Cruz Esperanto. Cuánto mas fácil sería su vida en este momento si viera su corbata azul -petróleo desteñida- envuelta en la frazada tendida en el piso que anoche tironeó Romeo hasta el cansancio. Cuánto mas fácil -y aburrida- hubiera sido su vida si no se hubiera puesto la otra, la negra de las cruces y los círculos en el trayecto hacia el trabajo, luego de cerrar con un portazo y de ahogar las últimas esperanzas que tenía Romeo de salir a mear como todos los días el arbolito de la vereda que crece orgulloso frente a la casa.

-Que se joda, algo habrá hecho ese perro con la corbata, si yo la deje anoche sobre la silla junto con el traje, todo preparadito pensó Juan Cruz mientras observó, frente a él, un caniche-toi que paseaba a su dueña de lado a lado de la vereda. Era una señora muy puntillosa con una correa celeste que no le combinaba con el trajecito. Claro, pensó, cuando uno se mira frente al espejo lo hace sin su mascota. Hay que ser mas precavido. La señora pasó frente a él sin mayores atenciones, casi como haciendo de cuenta que la vereda estaba vacía, aunque Juan Cruz no reparó en tanto detalle.

Borrón y cuenta nueva pensó, y así fue. El día cerró muy bien. Los alumnos atendieron toda la clase en completo silencio, preguntaron dudas antes del parcial, terminó de leer el libro de poemas en la plaza mientras hacía tiempo para otra clase y la profesora de Semiótica II otra vez lo había mirado de esa manera en el cambio de aulas. “Esa manera…”, la que te mira en busca de tus ojos y te mira con todo el cuerpo, con un completo unísono de violines y trompetas, piano, flauta y contrabajo. Esa mirada que te hace sentir tan chico que sólo podes reírte para no correr. La mirada que sólo hacen las mujeres y sólo (Digo: sólo) las mas osadas, las que están seguras (Digo: seguras) de verdad. Esa mirada que implica siempre un sentimiento y algo mas, y por la manera (ya somos grandes Juancito), algo mas.

La corbata: Negra, con cruces y círculos blancos, guardados, cuidadosamente posicionados, en una cuadrilla de nueve espacios. En cada posición, una cruz o un círculo. Cada cuadrilla es una jugada posible. Un ta-te-ti. Juan Cruz no sabe como llegó a sus manos pero tampoco se propone recordarlo.

Hay inexplicables que nos gusta conservar así.

El día prometía largo pero resultó más rápido de lo que hubiera imaginado. Mejor así pensó.

Juan Cruz tiene una inquietud. Camina y camina mas rápido intentando acelerar el mundo, pasarlo de largo y encontrarse, pronto, a los pies de su casa. Uno camina esperando llegar a algún lugar mientras piensa en lo que pensará cuando llegue, en lo que hará cuando el destino se tope con uno y ahí te quiero ver. Juan cruz tiene -siente- la urgencia de hacer algo. Siente en su nuca esa urgencia, la siente subir y le crispa el pelo. Sonríe. Se piensa sentado en su casa, cigarrillo en mano, recreando eso que lo ha mantenido todo el día ausente. El problema -el verdadero problema- es que se cansa de esperar y adelantándose a su destino decide detenerse por ahí, en algún lugar, en cualquier lugar, da lo mismo. Recuerda, mirando el mundo -sin mirarlo realmente- el dibujo de su corbata. La recuerda (y no la mira) porque al llevarla puesta se encuentra invertida ante sus ojos y ustedes sabrán, una corbata invertida no es lo mismo que una corbata en su perfecta posición y orden. De frente. Recto, march…

Siempre había odiado esa corbata. Juego de niños pensaba, nada seria. Negra, de velorio. Signos blancos. Signos ¿Lenguaje? Juego de azar ¿Lenguaje del azar? Nunca hubiera imaginado, piensa, que las cruces y los círculos fueran un lenguaje, y mucho menos que estuvieran ligados al azar. Pero…piensa nuevamente, ¿No es acaso un juego matemático, limitado, de muy pocas variantes e incluso, de muy poco ingenio? Es un juego de distracción en detrimento de la inteligencia. Te pongo una cruz acá mientras te pregunto por tu hermana y como está ella y asique el novio la dejo mira vos que mal y estará interesada en juntarse con nosotros porque fijate vos que antes cuando chicos, andábamos todos juntos y ahora que no esta de novio Ta-Te-Ti. Cagaste. Mirá que sos malo. Juguemos otro. Es la lógica de las cruces y los círculos. Nadie gana, nadie. Todos pierden, todos subestiman. Lógica sin demasiada lógica: el juego del empate.

Juan Cruz es profesor del Seminario de Informática y Sociedad de la facultad de comunicación en la Universidad de Buenos Aires. Demasiados títulos para un profesor del montón. Es casi licenciado en esa carrera y hace muchos años cursó la materia que ahora enseña. Digo casi porque la tesina es, por lo pronto, un mal recuerdo que mejor no saquemos a relucir. Quizás por eso Juan Cruz siente una pasión oculta (en el entramado de sus pensamientos) por devenir filosofo de cualquier asunto intrascendente e inclusive argumentar o polemizar, defender y concluir al respecto. Por el momento no especularemos ni desarrollaremos demasiado esta faceta. No porque no tengamos interés sino porque cualquier conclusión sería, como ya lo he dicho, pura especulación. Y sinceramente habiendo tanto para contar de Juan Cruz, no veo razonable detenerme aquí, en este tan pequeño desliz de su vida universitaria si es que podemos, si tenemos el derecho, de clasificarlo como tal. Mucho menos ahora que entró a su casa y encontró el sofá meado por Romeo otra vez.

¿¡Donde estas hijuna gran p…!? Patada y a la calle hasta la noche y mas te vale que vuelvas porque si no no vas a volver mas, perro de mierda, decía otra vez enojadísimo Juan Cruz, que ahora que lo veo con otros ojos, desde afuera, me doy cuenta de lo especial que es su carácter. Tan peculiar, tan cambiante. Es decir, mejor no se lo crucen por estas horas…

Esto sí que es un juego. Ocho casillas por ocho casillas. Diferentes movimientos, estrategia, complejos adversarios, razonamiento puro y hasta un degradé de rangos para sacrificar a los inútiles que no son tan inútiles y proteger al poderoso que al fin y al cabo es otro de los inútiles. Típico de la guerra. Típico de un juego de guerra. Como me gusta el ajedrez pensó Juan Cruz mientras amasaba su nueva proyecto de tesis que le duró lo que uno tarda en decir “peón cuatro rey”.

Punto débil: Todos tenemos un punto débil y el de Juan Cruz es su soledad. Es sólo y eso no es poca cosa. Cuando uno está sólo desarrolla malos (y buenos) hábitos. Hablar sólo, hablarse, cantar en la ducha con la puerta abierta, caminar desnudo por la casa, ponerse una media en la cocina, la otra en el living, el pantalón en el pasillo y la corbata…¿Dónde estaba la corbata?

Decíamos que el punto débil de Juan Cruz era su inmensa soledad. El hace como que no se da cuenta, como que está bien así. Dice que no le molesta pero yo le creo poco. Se nota que la soledad lo inquieta. Es por eso que ahora cuando el perseverante Romeo le raspa la puerta con posterior ladrido, nuestro héroe se apiada y abre (cambiante decíamos), saludándolo con un cariño en la cabezota como que acá no ha pasado nada. El bólido peludo, ni lerdo ni perezoso y gran conocedor de su amo, le manda un lengüetazo entre las manos y firmada la tregua, todos al sillón a cenar la cena y mirar la tele o un libro o la cena.

“Nadie gana, nadie. Todos pierden. Todos subestiman” Soñó Juan Cruz anoche, con la luna husmeando en la oscuridad y un sin fin de ruidos entrando, gracias a la brisa, por la rendija de la ventana del cuarto.

-Tenemos que poner burletes, Romeo, le dijo entre dormido al perro que, obviamente, no entendió nada salvo su nombre. Claro, estaba demasiado dormido como para sentirse tan identificado.

Es evidente que la situación de la corbata lo ha inquietado. No es fácil inquietar a Juan Cruz y eso se los puedo decir yo.

Aclaremos esto: Un enojo no es lo mismo que una inquietud. Un enojo es por cualquier cosa, algo común, de todos los días y sobre todo para el carácter de Juan Cruz. El enojo no nos persigue hasta desvelarnos, al contrario, nos concilia con el sueño y al otro día ahh no era para tanto. Una inquietud es algo más sutil, es algo que apenas se percibe en alguna persona. Uno puede dar una clase entera con una inquietud molesta raspándole la nariz o el mentón y que apenas se vislumbre en alguna mirada perdida por la ventana. En enojo es implacable. Contamina todo lo que toca y lo potencia. El enojo hace explotar cada cosa que pasa por la boca o por el paladar; exacerba las ideas y hasta el arcoíris cambia de color. La inquietud es la frase que resuena en el oído todo el día, es eso que no importa lo que hagas, está ahí, latente, esperando ser resuelta o desechada por cansancio.

Decía que no es común ver a Juan Cruz en este estado, no desde hace tiempo…

El día siguiente en la facultad pasó sin altibajos, no tan fácil como ayer (no se la voy a hacer tan fácil) pero tampoco fue intransitable. Digamos que fue un miércoles de tránsito; con todo lo que significa un miércoles para cualquier trabajador.

Juan Cruz va todos los días a la facultad dónde da clases. Lunes y viernes se presenta como oyente en los teóricos del jefe de la cátedra. Algunos interesantes, otros podrían mejorar. El desgaste académico del titular y la resignación de quien hace lo que quiere, pero que cada vez quiere/puede menos, tiñen de monotonía cuántica la mitad de las clases. Luego de los teóricos la cátedra se junta para revisar los trabajos de investigación y poner datos en común. A veces, cuando tiene tiempo y ganas intercambia con sus colegas pensamientos, visiones de mundo, horizontes de ideas, etc. Lujos que sólo se permite de vez en cuando. Posteriormente Juan Cruz hace tiempo en la plasita de la esquina mientras lee o come algo (no hay tiempo para ambos) y después dicta clases de apoyo a otros estudiantes de manera privada pero en la misma facultad. Si, es cierto, cobra a sus educandos usando las instalaciones públicas. De cualquier modo, no descubrió la pólvora.

De martes a jueves es casi lo mismo pero a la inversa y en lugar de tener los teóricos se encarga de sus prácticos. La cosa es que a las 17 está de vuelta o en camino para su casa. Lo bueno es que le queda cerca.

Lo bueno es que queda cerca, pensó Juan cruz cuando una mano delicada lo tomó por la espalda en la vereda de la puerta, ahí nomas de la salida.

-Hola ¿No piensa saludarme nunca?

Y veníamos tan bien…

-Disculpe, le estoy hablando ¿No piensa saludarme nunca?

-Ahh…si…hola… ¿Usted es la profesora de semiótica II verdad? Entra al aula cuando estoy de salida.

-Sí, me llamo María ¿No piensa saludarme nunca? Me cansé de esperarlo

Es implacable y directa.

-Si, ya se.

-¿Qué es lo que sabe?

-Su nombre, ya lo sabía

-Lo felicito, yo en cambio estoy a la espera…

-Lo busqué en la lista de profesores y lo comparé con las asignaciones de las aulas y ahí lo encontré. María. Es un hermoso nombre.

-Gracias, dice ella como disculpándose por el atropello. Fue una mala pasada de los nervios, sin duda. Algunos enmudecen, otros hablan y hablan. Otros atropellan a lo toro y hasta asustan al mas torero en el asunto.

-Juan Cruz es mi nombre.

-Son dos.

-¿Perdón?

-Son dos nombres.

-Es uno. Es compuesto.

-Me gusta su corbata…es original.”

-Yo la detesto. Gracias igual por el cumplido. Disculpe usted pero debo irme porque mi perro no es muy educado y suele mear los sillones cuando no llego a tiempo. Fue un gusto cruzar palabras con usted. Gracias. Hasta luego. Gracias.

Parada, riendo. Su boca pequeña, fina. Definitivamente es hermosa. Y demostró bastante coraje y determinación. Mucha determinación ¿Y vos? ¡Vos le dijiste que el perro te meaba los sillones!

De vuelta en casa, confundido y algo nervioso, siente un alivio y es doble. Siente un gran alivio doble. Mañana es feriado y el sillón está intacto.

Luego se dará cuenta de algo: Para volver a su casa dio algunas vueltas de más y otras de menos. Tardó mas que lo acostumbrado en regresar y le llamó la atención que Romeo no haya meado el sillón como suele hacerlo en señal de protesta por el retraso de su amo y también de su alimento (el perro ha domesticado al hombre).

Juan cruz comprende, entrada la noche que no estuvo tan mal con María, aunque tampoco había estado brillante. Recuerda su remate con lo del perro pero llegó a convencerse que no había sido demasiado terrible justificándose en la sonrisa pequeña, casi disimulada de María. En realidad esto lo sabría con certeza pasado-mañana cuando crucen sus caminos nuevamente, siempre y cuando ambos lleguen a pasado-mañana. Procuraré intentarlo.

Casi a punto de dormir, al hacer el balance del día (porque Juan Cruz es de los que hacen el balance de los días; valla a saber uno que contabilidades ocultas llevará en su cabeza) piensa que éste ha resultado demasiado atípico. Sucedieron demasiadas cosas para la vida de cuartel que le ha tocado a nuestro amigo. Cosas inesperadas y hasta un poco raras si se me permite el término. En realidad, en el pensamiento de Juan Cruz la palabra fue “turbulento”. No creo que este adjetivo oscurezca la descripción, por lo menos, no voluntariamente. No podré saberlo sino hasta mañana porque acaba de dormirse mientras Romeo está en la cocina comiendo el último chizito que quedó sobre la mesa.

La noche, ocaso de lo constante.

El feriado pasó sin demasiados altibajos, compensando el atípico día de ayer. Día de sol, de lectura en la plaza, de paseo con Romeo. Los feriados son esos días extras de la vida, pertenecen al conjunto de lo regalado. Un plus, un adicional para dedicarse a hacer en un día lo que en treinta o sesenta no se puede. Es curioso, si en el feriado uno hace lo que realmente quiere, cualquier otro día, se deduce, es una pena constante. Agradezco, a veces, que los números no gobiernen -del todo- nuestra vida.

Buenos días.

-Se ha tomado usted en serio lo de la corbata amigo Juan Cruz ¿Puedo llamarlo amigo verdad?

-Es que sólo tengo dos.

-No se inquiete, era una broma. Además, realmente me gusta. Me hace pensar. Ayer me he quedado gran parte de la noche pensando en su corbata.

-En realidad tengo otra que es más de mi agrado, pero no he podido encontrarla. Ese perro seguro que…

-Parece que usted vive con el enemigo.

-A veces quisiera yo tener tanta suerte.

-Vamos, no exagere.

-No lo hago.

-Me dejó pensando le decía… la corbata. Usted también naturalmente.

Tenía unas botas de gamuza marrones. Un jean oscuro y una remera blanca, suave, frágil. Pelo suelto y castaño claro. Ojos marrones. Lacio. Marrones. Hermosa.

-¿Y usted no ha pensado?

-Lo estoy haciendo.

-En mi digo ¿No ha pensado en mi?

-Lo estoy haciendo

(Yo me voy)

Lo bueno es que queda cerca.

La remera blanca corre suave por su piel y se aleja de los brazos en lo alto. Mis manos recorren la cintura y suben por su espalda. Bajan, lentamente, hasta que no pueden bajar más y suben, lentamente, hasta donde quieren subir. Tomo su rostro entre mis dedos y la miro a los ojos y me mira. Nos miramos, nos hablamos sin decirnos más que miradas y eso es mucho. Sus ojos me dan clases y conferencias, me recitan los poemas más largos del mundo. Sus ojos caminan por mi espalda y me recorren y desnudan sin tocarme. Se quita las botas y mis zapatos se perderán por algún lugar de la casa para mañana nunca encontrarlos. Es tan frágil que temo romperla. Su cuerpo es alto, pero delgado. Su cintura aporta lo suyo. Bailamos sin quererlo y en la cama, ya en la cama, sobre ella y sobre el mundo, le agradezco a mi corbata la enseñanza que me ha dado.

El mejor jugador no es aquel que gana, sino el que comprende el funcionamiento total, el mecanismo, cada engranaje infinito del azar que lo rodea. Jaque Mate he dicho.

-¿Que, querido?

-Nada, nada, le hablaba al perro…


F.L.B. (27/8/07)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Provocador y sutil. Me re gusto ¡¡Aguante Romeo!!

Francisco Lanús Büll dijo...

Gracias anonymus