viernes, octubre 26, 2007

Las perlas de mi boca

Me pregunto si alguno de ustedes los ha robado. Me pregunto si alguno los ha deseado tanto (como yo) que me los ha robado. Me pregunto si…

Son míos y sólo míos y de nadie mas. Son completamente míos. Soy autor y productor, actor y músico, director, escenografía y vestuario. Fotografía y maquillaje. Creación personal. Incomprensión al alba. Todo lo que hay en ellos me pertenece y me los han robado. Y si alguien los encuentra…si alguien los sueña entonces… Si alguien los cruza en alguna siesta, bajo las ramas entretejidas de algún noble tamarisco… Si alguien los escucha en el sillón de algún lugar… le ruego, le imploro que me los devuelva.

Son cortos, pero no tanto. Más bien extensos (pero no tanto). A veces interminables (pero sí, son mas bien cortos). De siete a siete y cuarto y después al trabajo sin pensar. Sin pensar en nada mas que en el trabajo (y no tanto). Somos automáticos.

Algunas veces, de noche, vuelven y… si alguien los encuentra por favor… en el calor de una tarde de primavera sentados en una alfombra fumando, minutos después de una película que no vale lo que vale una película, una de verdad. En algún momento; en cualquier momento.

Hace tanto que… quizás ustedes los vean al pasar, casi sin notarlo o por alguna plaza (en plaza de Mayo por ejemplo, les gusta perderse entre las personas de los bancos), en barrancas o alguna parada. Por algún tobogán o calesita y los niños ¡Que bellos son! (Recuerdo a Pepinot de una película que si vale lo que debería) Transparencia, mirada sin prejuicio, ojos vírgenes, ojos que no juzgan, que no mienten. Quizás ellos los tengan, por alguna travesura ¿Son niños verdad?

En algunos, caen, lentamente, las perlas de mi boca (siempre quise llamarlos así porque es una bella metáfora para usar en algún poema y…) Miento. Disculpen ustedes la torpeza pero hace días que no duermo. Ellos no regresan y yo no duermo. Cuanto más los busco menos los encuentro y menos duermo. Carezco de algo que no se como se llama, pero es eso que tienen los que saben contar las cosas bien contadas. Por ejemplo Luis, el si que sabe contar… pero yo…no, yo no. El cuento no es mi fuerte. Con decirles que no me ando con vueltas y voy al hecho en sí y así no son las cosas. Ustedes bien que lo saben. Hay que embellecer o decorar a medida que se narra, ir en orden y contar, detalladamente, descriptivamente -poéticamente. Como cuando dije “las perlas de mi boca” y es mas bien sabido, porque ustedes ya lo saben, que esas perlas son mis dientes), lo que sucede en algunos de mis sueños. Entonces, cuando ustedes los vean al cruzar la calle, cuando los tomen por sorpresa, ahí si les pido, les ruego, que me los devuelvan.

Se afloja cuando estoy hablando, lo toco con la lengua y se mueve. Lo toco con el dedo y no se mueve menos que antes. Cae, uno, otro y el otro hasta que mi boca ha perdido todas sus perlas mientras mis manos la cubren para ocultar la vergüenza que genera una boca sin perlas ¡Ohh! ¡Que horror! Dirán todos ¡Una boca sin perlas! Y lo que sigue es importante pero estoy ansioso por contar los otros dos y entonces digamos que aquí termina.

El que escribe va pensando (¿ustedes saben?) por adelantado. Escribe acerca de las perlas pero en realidad ya está pensando en el pelo y en como contar el sueño del pelo. Ese sueño que no viene desde hace un tiempo por mi noche y que les pido, si coincide, si lo reconocen, si tienen alguna pista, un pequeño y fútil indicio… Si lo reconocen vagando por alguna siesta dominical, por alguna noche de preguntas existenciales y metejones platónicos…si lo llegan a ver venir me lo hagan saber y por favor…

Atención. Lejos está de no ser un sueño. No. No. No es una pesadilla. Yo no quiero pesadillas. Yo sueño así. Y si son traumas, premoniciones o sólo sueños acaso no me importa; acaso son míos; acaso soy autor y productor, actor y músico, director, escenografía y vestuario. Fotografía y maquillaje. Creación personal. Mío, mío, mío. Míos. Por favor les pido…

Ese sueño que no siento desde hace mucho…

Mi pelo, lacio (no tanto), súper-extra-fino, pero con una capa-extra-de-finura y un rubio ceniza que eleva al máximo cada una de sus hormonas que ni les cuento…

La cosa es que cae. Cae, cae, cae. Primero paso una mano (movimiento nervioso), costumbre estúpida, pero ¡Que bien queda! Como dando la impresión de que no importa como esté el pelo aunque si importe como está el pelo. Lo despeino como siempre y agarro los mechones como siempre. Costumbre estúpida ¡Pero que bien… Aunque mi mano no se desliza como siempre (estoy pensando en el otro, el de la ropa), al contrario, se roba, de recuerdo, para completar el cuadro, mechones y mechones de mi pelo rubio ceniza. Azorado, atónito, estupefacto, loco y todo lo demás… pero como siempre, en algún punto, se que estoy soñando lo que sueño (por favor les pido, les suplico de rodillas si es necesario, les beso los pies si también es necesario) lo hago de nuevo y sin sorpresa ahora, mas pelo suelto, de raíz. Suavidad brillosa. Calvicie precoz. Lo hago una vez y otra vez y así hasta agotar la última posibilidad, el último mechón; un desafío inalcanzable que nunca logro superar Insulsa bronca o estúpido alivio. Siempre me doy cuenta que es un sueño y hasta llego a abrir mis ajos antes del último mechón ¿Será por eso que siempre intento llegar al último? ¿Para despertarme? (me han dicho alguna vez por la calle que mi inconsciente parecía bastante inteligente pero nunca lo creí)

Nunca estoy solo, pero las personas que me acompañan no juegan un papel importante en el nudo, el lugar donde está el foco, el centro de mi sueño. No recuerdo mucho más porque hace tiempo ya que… hace tanto que no duermo.

Hace tanto que no siento el pesar de un yunque sobre mis pestañas, que no hablo sin saber de lo que hablo. Hace tanto que mis pupilas sólo encuentran luz y vigilia.

Que placer inexplicable es despertarse exaltado sabiendo mis dientes en su lugar y mi pelo y mi ropa, porque ya estoy pensando el de la ropa; el que ya se, desde hace tiempo, que lo han tenido otros y por eso se los cuento y se los suplico. Porque uno se da cuenta de lo que tiene (o tenía) o tendrá, cuando lo pierde o lo desea. Estúpida moraleja que sólo sirve para ser enterrada y exhumarla cuando lo malo nos ha pasado y enterrarla nuevamente. Estúpida naturaleza.

¡Pero no quiero mis dientes ni mi pelo (ni mi ropa), no, no, no! ¡Quiero perderlos! Quiero entristecerme dormido y alterar el orden. Quiero gritar (en ellos) sin tener voz o correr sin poder avanzar (¡Como si estuviera atado!) como si estuviera atado a algo. O cuando me atacan y no puedo defenderme con el arma que me he dado porque ciego, borroso, no puedo ver a mi oponente. Y cuando despierto ¡Oh! Cuando despierto. Una sensación de alivio me invade. Encuentro, al instante, un sentir placentero en que nadie me ataque y que nadie me ate a nada. Pero hace tanto que no siento ese alivio que me dan ganas de perderlo todo (¡Se que usted lo tiene! Que lo esconde, ahí, entre su almohada y su suspiro, en la oscuridad placentera (o en el día, da lo mismo) y ríe y se regocija, alegre de perderlo todo y la ropa y los dientes y el pelo, porque sabe que eso que sentirá al despertar es hermoso) Entonces le advierto que si usted anda sin ropa por el mugroso colegio (no hay más tiempo para más), si los ha encontrado envueltos en alguna sábana (se me han escapado), si lo ha visto caer del cielo y los tomó sin pensarlo, si siente un diente flojo o su pelo cae, sin sentido, entonces usted es un ladrón y se ha robado mis sueños.

F.L.B. (11/8/07)

No hay comentarios: