Me encuentro en mis viajes, con una búsqueda constante, una historia perdida; alguna estructura invisible detrás de kilómetros y kilómetros de niebla.
Hay tanto, pero mas bien oculto. Tanto demasiado perfecto. La vista ensaya matices, colores casi, sin terminar. Son ciento ochenta y cuatro kilómetros de gris, montes con su lucecita única, luciérnaga inmóvil.
Las primeras estrellas se ven desde hace rato.
Ahora el micro para y nada me parece asombroso.
Cuando cae la noche los lugares dejan de existir, y yo desentono.
Desde adentro, desde el ventanón y la butaca coche cama el paisaje se muestra como un fresco recién pintado, no me pertenece.
Cada viaje que pasa siento que algo me pierde, que algo no me encuentra; lo busco pero no me encuentra. Detesto perder el tiempo.
Ser fugitivo no es lo que esperaba.