miércoles, julio 09, 2008

La frente en alto o el sabor de la derrota

Saca la lengua para mojarse los labios, se relame, lo saborea. Acusa un golpe, un tajo feo en la parte de adentro de la boca. Tiene sangre entre los dientes pero sigue. Lo siente venir, la lengua tocando el labio inferior, un gesto de cansancio. La mirada perdida, brazos en jarra, buscando, sintiendo cuándo vendrá como un viejo lobo. Sabe que falta poco, se mueve en el pasto, corre para un lado y vuelve sobre sus pasos. Lo siguen su sombra y un defensor. El hambre de gol le sube por el pecho, ya casi, Palermo da dos pasos hacia atrás, el defensor lo pierde y después de un centro pasado conecta, de cabeza, el primer gol de boca. Gol, pero de Boca, que no es lo mismo que un gol.

Boca Juniors es el último campeón de la Copa Libertadores de América. El Fluminense es un equipo de medio pelo brasilero que ahora, parece, se convirtió en un rival.

Los equipos salen a la cancha y el estadio lleno se convierte en humo. Una fiesta como pocas, una final adelantada. No se ve nada, pero se siente tanto. Silbidos para Boca, fotos y bengalas para el local, el anfitrión, el Fluminense: la tranquilidad de jugar en casa.

Boca tiene que ganar el partido por muchas razones: porque en la Bombonera empataron 2 a 2, porque necesita llegar a la final para ser campeón y porque es Boca y Boca tiene que ganar, siempre.

Un foul que no fué, un tiro libre del Flu y el partido se pone 1 a 1. Un contrataque del local, la pelota le rebota a Ibarra dejando mal parado a Migliore y se mete hasta el fondo de la red, la mala suerte y el Flu gana dos a uno. Palacios, cansado, la pierde en el área de Boca a minutos del final y el Fluminense mete el 3 a 1.

Podrá decirse que quedó afuera, que perdió. Me paro, grito, aplaudo, me cabreo.

Veo jugar a Boca, pelearla en la cancha, ganar en la cancha, no así en el marcador. Ganar en todos los aspectos: ataques, llegadas, presión, desbordes, experiencia, historia, jugadores. Ganó, pero perdió.

Un campeón tiene que saber, además, como perder: perder con autoridad, perder ganando. Hace mucho que no veo un equipo jugar así -hace tanto.

Terminó el partido y se miran, se saludan, se aplauden. Los jugadores no entienden porque saben que se les escapó el partido, quedaron afuera, pero sienten que ganaron.

La diferencia entre saber y sentir: la eterna diferencia.

Palermo, boca abierta, a puro labio lastimado y piernas que no pueden más, anima a sus compañeros, los palmea y los aplaude, les dice “vamos ché”. Riquelme se va empujando a un fotógrafo, siendo, quizás, el más desilusionado. Palacios, Dátolo, Bataglia, Cáceres, Paletta, Migliore, Chávez: la frente firme mirando la hinchada, allá arriba, en la bandeja alta del Morumbí, un estadio de otro mundo, de otra historia.

Saber que la hinchada sabe, que entiende con mirada cómplice y sin reproches que el fútbol es así y que hay días que no se puede.

Aplausos.

Cuando ya pasó el festejo los del Flu miran de reojo, entre líneas, las espaldas xeneixes sin consuelo. Los aprehenden y aprenden, los entienden, los respetan. Algunos se acercan, saludan nuevamente, otros cambian camisetas: un símbolo de muchas cosas. El honor en la epopeya.

Los de Boca empiezan a irse, la hinchada que no, que aplaude, los de Boca que se van hasta el vestuario, porque es lo que corresponde.

Aplausos.

Un paso al costado, permiso señores, los campeones se retiran derrotados, con la herida abierta, sangrando a flor de piel.

Aplausos.

Caras tibias pasan por la manga, pálidas, contrariadas, no se entiende.

La camiseta muchas veces te da un respiro, una bocanada de aire para continuar y pasar el sofocón, el ahogo prematuro; otras veces te da un par nuevo de piernas cuando las viejas no responden. La camiseta -y todo lo que conlleva: eso que también importa cuando no se puede más. Y que eso, a veces, tampoco alcance.

La camiseta de Boca da, entre otras cosas, una enorme responsabilidad: ganar aún perdiendo, jugar como un campeón, siempre.

Boca 1, Fluminense 3.

El elefante ha caído. Yo me pongo de pié y aplaudo.

F.L.B. (12/6/08)

2 comentarios:

Germán A. Serain dijo...

Jamás, pero jamás de los jamases, entendí la pasión por el football... A estas alturas, ya me he resignado a no comprenderla.

(Tengo que ponerme al día con tus últimos post, parece.)

Francisco Lanús Büll dijo...

Si, eso parece, igual tomalo con calma porque no se cuando puedo llegar a actualizar nuevamente. Creo que el futbol en cierto sentido no tiene matices. Gusta o no y punto. No hay vuelta que darle, hasta en eso somos bien Argentinos.